En muchos de los problemas propios de las personas de edad está implicada esta dicotomía entre un periodo de vida dignificado, libre de preocupaciones y prisas, y una supervivencia hueca, en la que el sujeto se siente como un estorbo, una carga sin utilidad.
El viejo esta tan vivo como cualquiera y siente y se entristece por el acervo rechazo del que es víctima. Es mucho más fácil criticar o tratar de corregir a un viejo que aceptarlo como parte de uno mismo, una parte desconocida pero cierta. Una familia sin viejos es una familia sin complemento histórico, una familia mutilada.
La muerte forma parte del ciclo de la vida; es el inevitable resultado de la vida que cierra la historia de una vida. El hombre sabe ya desde niño que acabara muriendo, la muerte influye profundamente en su desarrollo y en su forma de vida.
“¡Un hombre en forma natural ama a sus hijos, pero un hombre culto ama a sus padres”! “El árbol desea reposar, pero el viento nunca para. El hijo desea servir, pero sus padres se han ido”
(Lin Yutang).
Aquella familia que después de múltiples vicisitudes ha logrado constituirse y ha tenido hijos, inevitablemente tendrá que llegar cuando estos últimos acceden a la adolescencia, periodo por demás satanizado y temido.Los niños iniciaran este periodo cuando lleguen a la pubertad, parte de la adolescencia que se caracteriza por todos aquellos cambios hormonales y físicos que habrán de modificar ese cuerpo, hasta ese cuerpo infantil, en un cuerpo adulto, incluida la reproducción.
Todos estos cambios aun cuando haya información proporcionada por la escuela, la familia o los amigos, son vividos por el adolescente en una forma ambivalente, con un lado temor e incertidumbre y con el otro con esperanza e ilusión. Su cuerpo cambia vertiginosa e irregularmente; sus gustos o estado de ánimo, sus pensamientos se ven modificados y esto tiene repercusiones en su propia percepción, y lo que es mas importante, en la percepción que otros tienen en el.
Dentro de los cambios que en el orden de lo fisiológico ocurren podemos mencionar los cambios de voz, la aparición de vello axilar, púbico y facial en el caso del hombre; el ensanchamiento de las caderas y el crecimiento del busto en la mujer, además de un evento de primordial importancia para cada uno de los sexos, la menarca o primera menstruación de la adolescente, y la primera eyaculación o polución en el caso del hombre.
Durante los 6 o 7 años anteriores a estos eventos, el interés de estos jovencitos ha estado concentrado primordialmente en el estudio, en el juego y en la convivencia familiar, pero poco a poco han ido adquiriendo cierta independencia de la familia.

Cuando en una pareja se ha dado lo que en el número pasado denominamos “el encuentro”, ya han tenido tiempo suficiente para irse adoptando el uno al otro, han hecho planes en conjunto para afrontar el futuro, ya han disfrutado plenamente lo de su intimidad, han logrado conseguir cierta estabilidad económica y emocional, y ahora se preparan para la llegada de los hijos.
La llegada de un niño requiere de espacio físico y emocional. Esto plantea la necesidad de reestructurar “el contrato matrimonial”. Se requerirá de apoyo mutuo para no perder el anclaje emocional entre ambos a pesar de la aparición de cada nuevo miembro.
Continuando con una situación ideal, diríamos que se deberá contar con la seguridad y cuidados para la nueva madre y su bebe, dado que esta nueva relación echara a andar un sinfín de nuevas funciones y operaciones al interior de la familia, y una gran cantidad del tiempo y cuidados de la ahora madre.
Todo lo hasta entonces vivido sufrirá cambios, desde la economía de la familiar hasta las relaciones sexuales, pasando por el tiempo dedicado al ocio y al entretenimiento, la convivencia con las respectivas familias de origen y los amigos, el sueño y el descanso y etc., etc., etc.
Desde el mismo momento de su embarazo la futura madre comienza espontáneamente a formar un nido emocional para su niño, por lo que se va sustrayendo del intenso mundo exterior y forma internamente imágenes, pensamientos, deseos panes para el futuro desarrollo de su hijo. Ella requiere de alguien que la apoye, la ayude y en cierta forma la proteja, situación que se requiere hasta el momento del nacimiento y aun varios meses después.
Todos hemos escuchado esta frase “no existe una escuela en donde nos enseñen a ser padres”, pero hay un lugar donde aprendemos muchas de nuestras funciones paternas, y ese lugar en nuestra propia familia.
Es necesario aprender el rol de madre de igual manera que el del padre, y para esto es indispensable la ayuda y el apoyo del compañero, al grado de intercambiar roles cuando sea preciso.
Es muy fácil utilizar el niño, ya sea para agredir a la pareja, o en espera de ver nuestros propios sueños en él.
La situación se complica en mayor o en menor medida, cuando la llegada es a causa de un embarazo no seseado o no planeado, o cuando no se podido acoplar cada miembro de la pareja del otro, o cuando no se ha logrado la estabilidad laboral, económica, social o emocional que se requiere.
Después de que los hijos han llegado la pareja tendrá que ocuparse del crecimiento físico y emocional de estos, todo esto en un clima de “relativa calma”, hasta que se presenta la nueva gran crisis en la familia: LA ADOLESCENCIA DE LOS HIJOS.

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