Autoestima

Conceptos

La autoestima comprende dos elementos psíquicos:
  1. La consciencia que cada uno tenemos acerca de nosotros mismos, de cuales son los rasgos de nuestra identidad, cualidades y características más significativas de nuestra manera de ser. Este grado de consciencia lo llamaremos autoconcepto.
  2. El segundo componente es un sentimiento: El aprecio y amor que experimentamos hacia nuestra propia persona, la consideración que mantenemos hacia nuestros intereses, creencias, valores y modos de pensar. La autoestima es una necesidad psicológica básica que hemos de cubrir para alcanzar un desarrollo armónico con nuestra personalidad.
Necesidad psicológica:

La autoestima nos ayuda a seguir adelante con nuestros planes y proyectos:

Porque hace crecer nuestra imagen interna.
  • Nos da fuerza, mantiene la motivación ante fracasos y fallos.
  • Nos ayuda a fijar metas y aspiraciones posteriores.
La salud psíquica depende en gran medida de la autoestima o regulador interno, que mantiene el tono de la conducta ante la incertidumbre de los retos nuevos, el riesgo del desánimo y los desgarros que hemos de afrontar en nuestra convivencia.

Deber personal:

La autoestima es una obligación radical, básica, igual que respirar, alimentarnos bien y dormir suficiente. Es el deber que tenemos de conocernos, aceptarnos y querernos tal cual somos.

El ser humano es el único animal con consciencia de sí:
  • Conoce aspectos de sí mismo: aptitudes, cualidades, intereses...
  • Valora positiva o negativamente tales rasgos.
  • Reconoce su competencia para resolver problemas.
  • Asume la responsabilidad de su propio desarrollo personal.
  • Se acepta, respeta y se quiere.
  • Reconoce su condición social y el valor de la convivencia.
La adquisición de la consciencia de sí es una actividad agradable que atañe a elementos corporales, psicológicos y sociales.

Esta consciencia es orientativa. Nos hace estar disconformes con ciertos rasgos, carencias y limitaciones; esto alienta nuestro desarrollo posterior, para superar tales características. Además, nos indica en qué circunstancias y áreas podemos ser útiles a las demás personas.

La autoestima, proceso psíquico híbrido de pensar y sentir, repercute en satisfacer correctamente las necesidades y funciones corporales y psicológicas así como los compromisos de nuestra proyección social.


El proyecto de vida propio se asienta en las consecuencias inmediatas de la autoestima. El proyecto o plan de vida es como el crédito que nos damos para vivir y usar nuestro poder.

El plan de vida es saber a qué me interesa dedicar mi tiempo, qué tengo que hacer hoy, según la meta que persigo, me orienta y da sentido a mi esfuerzo. Pero recuerda lo que dice “El Principito”: “Todo recto, no se puede ir muy lejos”.

Y así es. Un plan viable ha de ser flexible. Hemos de aprender a hacer regates, que no trampas, en la vida. Habremos de aprender a caminar en zigzag, a sabiendas de adónde vamos y qué queremos conseguir.

Saber:
  • Qué quiero, en función de mis intereses y aficiones.
  • Qué me conviene, a tenor del aprecio y respeto que tengo por mí.
  • Qué puedo, según sean mi competencia, habilidades y formación.
Son tres condiciones sencillas para esbozar un plan que habrá que revisar todos los días, con objeto de acelerar o frenar la marcha, fijarse un objetivo más ambicioso o más modesto, recurrir a estos medios o pedir tal o cual ayuda, contar con estas personas o aquellas.

Por otra parte, el plan de vida es un generador de estabilidad, que repercute en:
  • La seguridad y confianza en la propia persona.
  • La eficacia en las tareas.
  • La cultura del logro.
En cuanto a los tiempos, es suficiente anticipar, con una cierta precisión, el logro a conseguir la semana que viene y, con mayor amplitud, los objetivos a alcanzar dentro de un mes o un año. Es todo cuanto necesitamos para comenzar el camino, aunque desconozcamos todo lo demás.


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