La autoestima comprende dos elementos psíquicos:
- La consciencia que cada uno tenemos acerca de nosotros mismos, de cuales son los rasgos de nuestra identidad, cualidades y características más significativas de nuestra manera de ser. Este grado de consciencia lo llamaremos autoconcepto.
- El segundo componente es un sentimiento: El aprecio y amor que experimentamos hacia nuestra propia persona, la consideración que mantenemos hacia nuestros intereses, creencias, valores y modos de pensar. La autoestima es una necesidad psicológica básica que hemos de cubrir para alcanzar un desarrollo armónico con nuestra personalidad.
La autoestima nos ayuda a seguir adelante con nuestros planes y proyectos:
Porque hace crecer nuestra imagen interna.
- Nos da fuerza, mantiene la motivación ante fracasos y fallos.
- Nos ayuda a fijar metas y aspiraciones posteriores.
Deber personal:
La autoestima es una obligación radical, básica, igual que respirar, alimentarnos bien y dormir suficiente. Es el deber que tenemos de conocernos, aceptarnos y querernos tal cual somos.
El ser humano es el único animal con consciencia de sí:
- Conoce aspectos de sí mismo: aptitudes, cualidades, intereses...
- Valora positiva o negativamente tales rasgos.
- Reconoce su competencia para resolver problemas.
- Asume la responsabilidad de su propio desarrollo personal.
- Se acepta, respeta y se quiere.
- Reconoce su condición social y el valor de la convivencia.
Esta consciencia es orientativa. Nos hace estar disconformes con ciertos rasgos, carencias y limitaciones; esto alienta nuestro desarrollo posterior, para superar tales características. Además, nos indica en qué circunstancias y áreas podemos ser útiles a las demás personas.
La autoestima, proceso psíquico híbrido de pensar y sentir, repercute en satisfacer correctamente las necesidades y funciones corporales y psicológicas así como los compromisos de nuestra proyección social.
Y así es. Un plan viable ha de ser flexible. Hemos de aprender a hacer regates, que no trampas, en la vida. Habremos de aprender a caminar en zigzag, a sabiendas de adónde vamos y qué queremos conseguir.
Saber:
- Qué quiero, en función de mis intereses y aficiones.
- Qué me conviene, a tenor del aprecio y respeto que tengo por mí.
- Qué puedo, según sean mi competencia, habilidades y formación.
Por otra parte, el plan de vida es un generador de estabilidad, que repercute en:
- La seguridad y confianza en la propia persona.
- La eficacia en las tareas.
- La cultura del logro.
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