La familia que en un determinado momento se formó, poco a poco le llega también el momento de su declinación y de su muerte.
La vejez empieza hacia los sesenta y cinco años, edad de retiro para la mayoría de los hombres. La jubilación puede significar una bien merecida cesación del trabajo que permite al individuo disfrutar de los años de declinación o puede significar simplemente ser descartado del trabajo porque se considera al individuo como inútil para la producción y para la sociedad.
En muchos de los problemas propios de las personas de edad está implicada esta dicotomía entre un periodo de vida dignificado, libre de preocupaciones y prisas, y una supervivencia hueca, en la que el sujeto se siente como un estorbo, una carga sin utilidad.
El viejo esta tan vivo como cualquiera y siente y se entristece por el acervo rechazo del que es víctima. Es mucho más fácil criticar o tratar de corregir a un viejo que aceptarlo como parte de uno mismo, una parte desconocida pero cierta. Una familia sin viejos es una familia sin complemento histórico, una familia mutilada.
La muerte forma parte del ciclo de la vida; es el inevitable resultado de la vida que cierra la historia de una vida. El hombre sabe ya desde niño que acabara muriendo, la muerte influye profundamente en su desarrollo y en su forma de vida.
“¡Un hombre en forma natural ama a sus hijos, pero un hombre culto ama a sus padres”! “El árbol desea reposar, pero el viento nunca para. El hijo desea servir, pero sus padres se han ido”
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